miércoles, 21 de junio de 2017

Solsticio de verano

Precaución, versos embebidos en soledad, en esta quietud que da paso a las flores secas.

Tachar los días del calendario
no nos va a hacer más jóvenes,
ni nos va a salvar de los cuadernos,
ni mucho menos del presente.
Pero sí me brinda una bocanada de aire
en este círculo que me atrapa;
o me evado o me tiro.

Y ahora,
me contradigo:

Me dañan los afilados dígitos de los años,
y ya no sé si tirar ese calendario
lleno de cruces
o enterrar el cúmulo de segundos
desencaminados
en una duna
cualquiera
mientras me pierdo en el atardecer
que antecede a la Luna.

Cuando llega la noche
la mezo,
mientras mi interior sideral
sólo busca explotar
para formar parte del caos
ajeno a la Tierra.

La soledad del café de la mañana,
mientras espero que humee
para poder beberlo sin que erosione
mi garganta.

Ruinas en el brillo de mis ojos
y una sonrisa de ojera a ojera,
que siempre desvió la atención del dolor púrpura
que las impregna.

El carnaval de mi tristeza sigue haciendo tanto ruido,
que me impide saltar a la piscina
sin incumbir lo honda que sea.
Qué manía de seguir midiendo cada centímetro.

Porque el dolor,

al fin y al cabo,

sólo cambia de bando.

Ya me jodería enfrentarme al espejo,
para
de una vez por todas,
abrir la puerta y cerrarla de un portazo
tras de mí.

Así me haría conocer
que mi destino no es aquí dentro
entre fronteras,
si no fuera,
donde el alma manda
en un planeta donde poder
quemar banderas.