lunes, 30 de julio de 2018

néctar

Ven,
deja que describa tus pupilas,
al son de la luna
del barrio Manila.

No me importa nada, no me importa nada, no me importa nadar contramarea hasta integrar que,

Me equivoco, me equivoco mucho. Mas si hay algo en que no erro, es que el amor no se suplica. Y aún con esta sospecha bajo las luces de la cabecera de mi nido, sigo reincidiendo. El amor no se suplica, ni siquiera el propio.

Ven,
deja que describa tus lunares,
al son de la lluvia
en una terraza perdida del barrio Laureles.

Fluyo como afluente hacia el río equivocado, el cambio perpetuado, tiñendo mi retina.

Y pretendo seguir equivocándome, pero no sin propósito. No quiero mendigar más amor. No quiero mendigarme más amor. Y aunque me muera de ganas de seguir explorando tu risa, tu alma y tu sexo, no quiero morir viviendo en el intento.

De pronto me amolde a prorrogar el puro querer espontáneo y del honesto momento, el de
"¿no te quedas a dormir?"
"me haces un favor, ¿me acaricias la espalda?",
"me comentas cuando llegues a casa",
"llegarás donde quieras".

Ven,
deja que describa tu abdomen
al son del ruido de tu cama,
te presto mi pecho que sirve como almohada.