lunes, 29 de julio de 2019

un cabo que desanuda

¿Dónde crecen las flores que no riego?
¿Hacia dónde voy cuando en ti me reflejo?
Me acurruco en tu hombro
y me miro en tu espejo.

Tu fortaleza me agranda y me amansa,
mis pies en las curvas de tu canela.
Me reservo para ahora
compartir Venus en este cielo.

La sutileza del descuido,
por fin me encuentras si te miro,
por fin entiendo lo que digo,
a la par que me obedecen las caricias
que depositaré en tu cabello fino.

La inesperada llegada
de esta tu cálida mirada,
las conexiones más puras
llegan sin ser anunciadas.

Has hallado un oasis
inmerso en este mi desierto,
te reservo mi mejor duna
que jamás tendrá dueño.

Garabateo en mi mente
palabras abandonadas,
mientras en tu vientre encuentro
el lugar perfecto para posar mi calma.

Escondo en mis ojos
el anhelo etéreo
que recorren tus manos
al vuelo por mi laberinto.

No siento dudas
sólo ganas intactas;
¿qué se espera de un nosotros
que no busca supuestos?

Mi luz favorita es aquella
que estamos acogiendo juntas,
obviando la penumbra
que rige y asola a nuestras soledades.

Te propongo un lugar
al que cuando gustes podrás retornar,
el mismo que cuando te vas
hace de la alegría su hogar

ante la tristeza y la sal
de unas olas cargadas de arena
que observamos desde la orilla,
a la par que ellas nos contemplan plenas.