miércoles, 27 de enero de 2016

Lo bueno si breve, dos veces una putada

Hace ya tiempo que me pregunto, ¿dónde está la cordura? 

Después de todos estos meses, aún de una manera distinta, ¿por qué no hay ni un sólo día desde aquel jueves que no ronde tu imagen en mi cabeza? No encuentro sentido ni lógica a esto, y nunca me hablaron de instrucciones por ninguna parte. No diré que no hubiera jugado, pero hubiera hecho trampas. Hubiese negado ser cómplice de tus atajos, a ningún lugar, para ganar. Ganarle a la razón, para perderla luego. 

Me hubiera burlado de tus prisas, de tus ganas e inquietudes. Te hubiera tachado de tarado, mirando siempre al futuro y de los "ojalá". Hubiese rechazado también mi descabellada idea de dejarme llevar.

Mis sábanas no te habrían conocido, y el coche habría sido el único lugar donde nos consumiésemos, respirando únicamente aquel momento; obviando los cristales rotos que dejaríamos al bajarnos de él. 

A las 4 de la mañana volverías a tu cama, y yo a la mía, y no desearía que estuvieses junto a mí, para despertarme un poco agobiada por culpa de tu brazo en mi cintura y de tu pecho contra mi espalda. No echaría de menos el "morning sex" ni al jodido "The Weeknd" como nuestra banda sonora, después de un buen polvo, en tus altavoces. 

No compartiríamos el hip-hop. No veríamos batallas de gallos, ni te mostraría mi interés en aquello que amas, y jamás, te pediría que me improvisases, por si se te escapaba alguna verdad. La disparatada idea de escribirme una canción nunca se hubiera formulado en tu cabeza, y el final de la inspiración nunca hubiese llegado. 

No hubiera ido a tu casa a "estudiar" ni a tomar queso provolone, para evitar tener que controlar los gemidos.

El acontecimiento de una cena en tu patio con velas, ni tu emoción por ello, no hubiera tenido lugar. Y aquel milka oreo del carrefour exprés que te traje nunca habría sido probado al amanecer  venidero.

Me habría esforzado para ganarte al billar, evitando que ganases la apuesta, y tener que quitarme el pintalabios color uva, retrasando así el momento del primer beso de la noche, desencadenando una retroalimentación positiva de labios pegados.

Jamás hubiera aceptado la primera flor de golosinas. Ni la segunda.

Y desde un principio, me habría contenido las ganas de llevarte en moto a casa, aquel jueves.

Estaba todo perfectamente controlado, hasta que decidiste cambiarme los esquemas para siempre, haciéndome cómplice de tus atajos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario