viernes, 4 de agosto de 2017

Esto no es poético o bello, no quiere serlo

La pasada madrugada.

Será que el cielo del Norte me inspira. Las cigarreras parece que traman un plan maquiavélico. La Luna refleja la luz del sol sin que la ciudad le moleste y, además, deja también su momento de gloria a las estrellas. Sopla una liviana corriente que sugiere que te tapes, pero que aproveches el fresco, que el Sur no da tregua estos días.

Es inevitable, el cielo me acerca a ti. Es tu nuevo hogar. Hace justo 1 año y medio que te evadiste en la eternidad, y yo te sigo amando igual o más.

Por otra parte, durante este crepúsculo, brotan recuerdos aleatorios y dispares, y no consigo encontrar el botón del Off, así que dejo de intentarlo y le doy al Play sin ninguna interrupción. Si me apuras, sigo moldeándonos, y sigo imaginando que puedes amar, que me quieres, a mí. Y pienso en ella. Y pienso en ti. Y terciariamente, pienso en mí. Qué sencillo te lo puse, y que fácil soy de dejar volar; donde pertenezco, al cielo del Norte. Las estrellas me arropan, la Luna me consuela.

Ahora voy a fumar yerba mientras mis oídos son bendecidos con Ben Howard, y lo que surja después no me hago

qué cojones, seré responsable.

Me suelo regalar tanta soledad, que me convenzo que es sólo para mí. Y soy egoísta, pero si la comparto, me rompen. Te juro que me cuesta dejar entrar a alguien, que aún con mis demonios, es mi zona de confort, sin más riesgo que el de la dulce autodestrucción. Y han pasado hombres durante tu ausencia; les he dejado cuarto junto al de la soledad, y después los he echado, no admito más huéspedes. Placenteras soledad y autodestrucción.

Ya no te echo de menos, sólo te quiero

Calada larga. Nicotina y thc. Ben Howard. Poemario al vacío en las notas de mi móvil. Siquiera es esto poético o bello, soy yo. Esto no quiere serlo, quiero serlo yo. Quiero ser; perecer me estremece.

Tumbada sobre el balcón. Una bella flama. Un crujir que protagonizan las maderas viejas y mis pulsaciones un tanto nerviosas. Las pequeñas cosas se reúnen y me aterra, y me gusta.

La Luna me ama y el sauce llorón me sonríe. Ella me grita que me acurruque a su lado y él, desesperado, reza para que no le haga caso; es peligroso. Pero somos fieles compañeras, a ella jamás le fallo.

Te quiero hablar y contar que me he acordado de ti mirando las estrellas, mientras la estrella que brilla por encima de sus hermanas, cuyo brillo no eres tú, no para de moverse, persuadiéndome en su misión. Te escribo, pero cierro los ojos, para que

mi cobardía, o dignidad, u orgullo,

se evaporen

y la noche se vaya por donde ha venido.

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