lunes, 18 de septiembre de 2017

otoño en las puntas de mi pelo

El leve sabor del verano,

el responsable de que me eluda de mí misma y el que hace que me acerque a mí en lo más profundo. En el que me escabullo de la compañía de compañías obligadas y con quien me refugio momentáneamente en caras nuevas.

El suave sabor del verano,

el que provoca que se unan dos cuerpos desconocidos y se entreguen al unísono para formar una única nota. Besos suaves por toda la superficie de mi templo y que impregnan todo abismo en mi alma. Artífice de un brote emocional cada vez distinto. Rosa y espinas; indisociable.

El tierno sabor del verano,

testigo del amor que emana de madrugada y se queda en vela para contemplar que éste dura unas cuantas horas más, y sólo unas horas más, pues se trata de una emergente pasión veraniega. Quien nos hace responsables de que queramos apurarlo hasta el último gemido, hasta que se nos permita.

El verdadero sabor del verano,

cada año distinto, cada solsticio más cerca de cada una de nosotras, en el que nos vamos poco a poco encontrando para poder entralazar las piezas del puzzle, hasta formar nuestro propio Vaticano. Haciendo arte con nuestras inseguridades, provocando que nuestras flaquezas permuten en poder. Empoderarnos.

El amargo sabor del verano,

retornar a tu ciudad natal, nuevos comienzos, viejos proyectos, pasados recados. Responsabilidades tediosas. Hastío quincenal. Ansias de continuar con todos tus otros sabores, extremando las papilas gustativas, entregarnos enteras.

El puro sabor del verano,

quien crea el amor libre, siendo innecesario el adjetivo, pues el amor no existe de otra manera y en este nuevo alba tú y yo nos amamos. Unos asientos traseros jamás fueron tan felizmente honrados. Me olvido que ahí fuera me esperan, espero que allá lejos me olviden.

El pasajero sabor del verano,

volver a esperarte con ganas, viviendo de mientras tumbada en mis nubes. Viviendo a secas y bien mojada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario