jueves, 25 de febrero de 2016

Occidente

Me apetece hablar de la libertad y de su venta. Aquellos en lo alto nos la pintan como un algo asequible, y que se puede conseguir con esfuerzo y dedicación. Sin embargo, yo, lo rechazo.

No puedo creer que exista la libertad cuando hay millones y millones de personas muriendo sin un hogar, sin un vaso de agua todos los días y sin un trozo de pan que llevarse a la boca. 

Me niego a aceptar que existe la libertad cuando familias, en un país en el que el dinero negro vuela, están siendo deshauciadas porque no pueden pagar un alquiler. ¿Es que acaso ellas deciden no tener un empleo estable para poder mantenerse? ¿Es que acaso los padres no sienten que no les queda dignidad si no pueden alimentar a sus hijos? 

¿Cómo cojones cientos (o miles) de políticos, que han de estar destinados al "Estado de bienestar" para su gente, se quedan con la conciencia tranquila tras robar el dinero de sus ciudadanos? Ya lo dijo Platón hace siglos y siglos; la democracia es una demagogia en el momento que los gobernantes sólo buscan grandes beneficios y no el bien de su pueblo, en el cual debe recaer el poder.

Me niego. 

Me niego a entender que millones de personas en España siguen votando a un partido corrupto que sólo beneficia a una minoría y, que además, les roba y lo saben.  

Me niego.

Me niego a aceptar que la libertad existe cuando países europeos cierran sus puertas a refugiados de guerras que el propio mundo occidental ha impulsado, pero que se lleva las manos a la cabeza cuando un grupo de terroristas ataca a una ciudad europea.

Me niego. 

Me niego a aceptar que África, ese continente tan rico en materias primas ha sido desprestigiado por los peces gordos de este nuestro primer mundo, para tener millones y millones en los bolsillos. 

Me niego.

Me niego a que innumerables niños de los países en vías de desarrollo sean esclavizados para bien, formar parte del ejército del país o para rescatar esas materias primas que el primer mundo gozará.

Me niego.

Me niego a aceptar que formo parte de este paquete. Me niego a asumir que estoy empapada de capitalismo, consumismo y globalización, y que no tengo escapatoria. Me niego pero me jodo.

¿Y qué puedo hacer? Me siento impotente ante este sistema corrupto y sin saber como colaborar con la humanidad. Porque precisamente, al ser humano le falta humanismo, y educación, mucha educación, pues esa será la mayor arma del pueblo.

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